28/11/09

5. Habitantes de la España Negra: Mujeres

"Doña Rosita", Ignacio Zuloaga, 1915
"Abatimiento", Isidro Nonell, 1905


"El Pecado", Julio Romero de Torres, 1913


"La Sibila", Hermenegildo Anglada Camarasa, 1913


"Las señoritas de Aviñón", Pablo Ruiz Picasso, 1907


Perversas mojigatas, pobres o desamparadas, pecaminosas, lascivas o prostitutas, las mujeres del cambio de siglo ya no se retratan tanto en su condición de vírgenes o santas y madres. Siempre desde un punto de vista masculino -así es como ellas mismas se ven, a través de los ojos de los hombres- las mujeres siguen siendo objetos de deseo que caen al margen de la sociedad cuando no saben, no pueden o no quieren consagrar sus vidas a los dictados finiseculares del círculo (¿vicioso?) matrimonio, maternidad y hogar.


Realistas, impresionistas, expresionistas o precubistas, estas obras hablan de mujeres que asumen las pasiones propias o ajenas, con mejor o peor acomodo. Sus retratos inspiran respeto, admiración o sonrojo. Son mujeres que empiezan a verse con dignidad, a pesar de sus circunstancias, porque sus cuerpos ya no tienen que ser perfectos ni admirados por sus atributos, sino por la capacidad expresiva, cómplice e intimidatoria de sus presencias. Es muy probable que los artistas vean en ellas el reflejo de lo prohibido que tanto atrae, y aunque se trata de un terreno en principio vedado, está claro que les resultan cercanas, seductoras, y por supuesto, poseídas. Además, las consecuencias de la doble moral, la pobreza, la virtud, el descaro, la concupiscencia, la violencia o el amor, son más intensas bajo la piel y los rasgos de una mujer.


Es en el terreno del retrato femenino, lejos ya de los clásicos desnudos -que dejaron precisamente de serlo con la "Maja desnuda" de Goya, citado por Zuloaga en el abanico de su inquisitorial "Doña Rosita"- donde la España Negra es más variada y menos dolorosa. A pesar de sus explícitas circunstancias, sus cuerpos y sus caras no mueven al sufrimiento sino más bien a la admiración. Es fácil sentirse como ellas o con ellas. Siguen siendo objetos de deseo pero se trata de otro deseo. Es el que "con-funde" el erotismo con el "com-partir" para multiplicar instintos que permitan "re-conocerse" en el otro. Deseos, instintos y pasiones que, al dinamitar esta España dolorosa, van a cimentar una nueva era en la que el grito de libertad, ahogado con Goya, va a revivir, al menos, hasta 1936 cuando comience la guerra civil y Picasso describa su total aniquilación.

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